Iago A.

El interior, una voz

En una mañana de un día

recibí una llamada.

Era aquel señor que tanto alababa;

eran sus frases una guía,

eran sus palabras acuarelas.

 

No sucedió solo una vez.

Tiempo atrás que lo presiento,

en momentos distintos;

de lo que solo recuerdo

aquella voz.

 

Más tarde de lo pensado,

me di cuenta de que todo aquello

era mi interior,

que me engañaba

con buenas intenciones.

 

Era aquel que me susurraba.

Era el que se aprovechaba

de mi vehemencia,

con buenas intenciones;

para hacer de ancla

contra mis perturbaciones.

 

No es más que eso:

ayudas y orientaciones,

pero realmente agradezco

porque han servido,

o servirán después de un suspiro.

 

Me quedo tranquilo

de que estará conmigo

porque no es externo,

aunque este influye en su ser,

porque es mi ingrávido yo

que mira desde el interior.