Raiza N. Jiménez E.

Ante la Muerte, la Vida.-

 

Andaba sumergida en la nada del oscurecer vespertino.

Era la senda familiar, por allí, avistaba la blanca capilla.

En mi caminar tranquilo a los ruidos siempre les atino.

Me extrañó la música del templo y la dama en una Silla.

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Pudo más la curiosidad que, el deseo de estar en la misa.

Me acerqué a la dama, con aire benevolente y amistoso.

Ella me miraba como esperando algo y yo estaba sumisa.

Todo, el momento que vi su sonrisa, se me tornó en gozo.

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Mi cuerpo vibraba de la emoción, escuchando aquel tema.

Muy a pesar de avizorar la imagen del todo, me emocioné.

Lágrimas se precipitaron en mí ser y la vela, casi me quema.

Alguien, planteó dar el pésame, allí mismo y la palabra tomé.

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Evoco con claridad que, la pena y el tema, sí me vencieron.

Todo fue instantáneo, comencé a cantar y otros siguieron.