Andaba sumergida en la nada del oscurecer vespertino.
Era la senda familiar, por allí, avistaba la blanca capilla.
En mi caminar tranquilo a los ruidos siempre les atino.
Me extrañó la música del templo y la dama en una Silla.
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Pudo más la curiosidad que, el deseo de estar en la misa.
Me acerqué a la dama, con aire benevolente y amistoso.
Ella me miraba como esperando algo y yo estaba sumisa.
Todo, el momento que vi su sonrisa, se me tornó en gozo.
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Mi cuerpo vibraba de la emoción, escuchando aquel tema.
Muy a pesar de avizorar la imagen del todo, me emocioné.
Lágrimas se precipitaron en mí ser y la vela, casi me quema.
Alguien, planteó dar el pésame, allí mismo y la palabra tomé.
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Evoco con claridad que, la pena y el tema, sí me vencieron.
Todo fue instantáneo, comencé a cantar y otros siguieron.