Camino por la vereda grisácea.
Cientos de gentes y ni una mirada. Cada uno está absorto, en su cosita, aparatito de ilusión.
Arriba el sol llama a los gritos pidiendo audiencia. Nadie levanta la mirada. Un hombre grita me robaron, se arrodilla y llora, como si hubiera perdido un familiar muy cercano, le burlaron el aparatito de las manos.
Me detengo, me siento en la escalinata, de un edificio creo estatal, por la concurrencia.
Enciendo un cigarrillo, nadie se molesta, no perciben el olor y mucho menos el humo que se eleva.
Observo la oscuridad transparente en los ojos de la gente.
Hoy yo olvide mi aparatito en casa. Veo esta realidad tan completa. Hoy estoy fuera del sistema y mi soledad se llena de los colores del día, de ruidos, de pájaros, de bocinas y murmullos.
Hoy cada pitada, cada bocanada se disfruta, sin tiempo, sin apuro ni esquizofrenia social...