I
A defender la belleza
con versos, uñas y riel,
por donde escurre la miel
del árbol y sus certezas!
Trajinemos la nobleza
del aire puro: aire crío,
que navega el mismo río
que nosotros fabulamos
cuando, de pronto, talamos
sin cuidarle los estíos.
II
Es hora ya de arrimarse
a conversar con los vientos:
saberle su pensamiento
sobre la forma de amarse.
Desde siempre y no confiarse
que está lista la tarea;
la flor hagamos que vea
la función definitiva
y en su larga comitiva
se reconforte… así sea.