jvnavarro
DIARIO DE VERANO LXV (ENTRE DUENDES, GNOMOS Y BRUJOS)
Es una delicia
que no tiene precio alguno
escuchar sobre leyendas
y sobre las figuras votivas
de la antigüedad tardía,
allí donde el misticismo desnudo
de las castas superiores
creaban al chamán, brujo,
como forma de gobierno de los pueblos
en los que los sistemas políticos
no se habían constituido.
Así en todo me ayudo
para escribir este poema
de la ayuda de un duende el muki,
escondido allí donde las metáforas
son las piedras preciosas
que se extraen del interior de una mina
en la que habitan este tipo de individuos.
Andan por este poema figuras
olvidadas
que de vez en cuando resucitan,
ya por aquí el laftrache,
en su pequeñez convertido
en ser mítico,
que recoge letras
con las que me sirvo
para decir cosas como estas
con poco romanticismo:
¡ Que perdido anda
el mundo de los vivos!
No se le ve la cara a un duende
muy astuto,
que se tapa con un sombreo
y sirve de distracción
a quienes se sienten
en las camas aburridos,
por allí él buscando a quien llevarse
a las estancias más oscuras,
donde la luz teje telas
llenas de extraños símbolos.
Y ahora ¡qué susto!
llega el chuzalongo,
con su gran pene
en forma de pitorro de botijo
atacando a las doncellas
que en los rastrojos recolectan
espigas de trigo.
Tintín con sus orejas puntiagudas
es capaz de escuchar
el vuelo de una avispa
zumbando de lo lindo,
con sombrero de ala ancha
emite un graznido ululante y lúgubre
para aparecer de repente allí
donde nadie espera de su visita.
Duendes protectores y amigos
se enojan y enseñan
sus dientes agudos.
Ellos se mueven entre sombras
y se arropan de todo aquello
que les sirve de abrigo.
Ellos son pequeños y regordetes,
altos como un pino,
con la nariz larga, chatos
y en todo su tono de voz
alto y subido
cuando son molestados y se les pide
algo que ellos no han intuido.
De los duendes más temidos
son los llamados poltergeist,
allí donde demuestran su oficio,
aunque a la fin y a la cabo
todos son traviesos e inofensivos.
Los hay que son parecidos
a humanoides del cielo descendidos
con su boina y sombrero
vistiendo tal si fuera un carnaval su vida
y ellos sus divos.
Po aquí, ahora mismo,
los chaneques navegan
por la corriente de este poema
por el demonio instruido
y vienen ellos para llevarse a los niños,
cambiar las cosas de lugar
y divertirse de lo lindo,
con aquello que pillan,
sea o no suyo.
Hay un duende, rarito,
que camina hacia atrás,
que resulta muy divertido,
y otro en las zonas aldinas,
denominado momoye,
amigo del agua y de la lluvia,
de muy pocos centímetros,
vestidos a la usanza de los indios.
Entre tantos duendes
me he olvidado
del que habita en el interior mío.
Duende es este que sale por la noche
para escribir poemas
bajo la luz de la luna
que le sirve de estímulo.
Solo se sabe él,
mío y suyo,
y no atiende a más razones,
aunque se le pinche
con la punta de una aguja
de esas de hacer punto.