No puedo decir que llegue a amarla,
pero su partida rasga como si así fuera.
No comprendo cómo duele tanto,
cómo ha dejado mis ojos aguados al marcharse.
Era apenas un susurro en mi vida,
una sombra suave al borde de mi día.
Pero ahora que se ha ido, siento un vacío,
un eco profundo que no cesa.
Sus pasos, lejanos, retumban en mi pecho,
cada recuerdo, una estocada de nostalgia.
No era amor, o eso creía,
pero su ausencia me desgarra, inexplicablemente.
¿Cómo puede doler tanto la pérdida de quien no se amó con fervor?
Es un misterio del corazón,
un enigma,
que me deja buscando respuestas en la soledad.
Ahora, en cada rincón, veo sombras de su adiós,
en cada risa, la echo de menos sin querer.
No puedo decir que llegue a amarla,
pero cómo duele que ya no esté.