Sueños de un poeta son errante
cuantos al cielo dicta versos la luna negra:
con honda tristeza
marchitos unos, otros helados.
¡Ya sólo se escucha el débil ruido de los astros
y el respirar de las montañas!
¡Solo el cielo se queda!
¡Oh alma!, que por sendas impenetrables te esfumas,
¡oh tú, que, de dardos impedida
-cipreses helados, ríos de llanto y sangre-,
surcas los mares que, de olas armados,
gigantes de cristal las teme el cielo;
donde rayos grises, desde cauce oculto,
espinas te coronan, que-al flujo de azul lleno,
afiladas, gimiendo sueños agudos-
se clavan sobre tu sombrío cuerpo!
¡Oh alma!, que de espinas tu cuerpo acribillado
ascienda sobre las olas de la penumbra de ese cauce,
y, despejados los mantos de la niebla de otoño
sobre las floraciones en tu sueño,
coja de las estrellas los sonidos, cristales y el fuego
que, desde el cielo profundo,
a esos lobos de penumbra puñales claven,
e irradien con luz blanca
tu sombrío cuerpo.
Libere suave, absurdo tormento
alma, de tinieblas profundas:
que, a tu cuerpo muerto en el agua,
cubierto de claveles y de nostalgias,
su remanso dormido dará dulce reflejo,
cuando el vendaval ronco no su trompa al viento;
que, a tu figura de pálidos azufres cubierta,
de lágrimas de nieve empapada,
su hedor desprenderá dulce jazmín blanco,
cuando el cielo oscuro no su furia al rayo;
que, a tu forma antes de ruiseñores, clara,
de agujeros sin fondo, ahora,
su canto melodioso atraerá dulce diluvio,
cuando el oscuro minotauro no su figura al cuerpo;
que, a tu sábana en el lecho blanca,
de azucenas adornada,
su lienzo plegará dulce descanso,
cuando el sudario no su arruga al rostro;
que, a tu cuerpo atado con las riendas quebradas,
delante de la indigna piedra,
su fragoso tallado enseñará dulce llano,
cuando el tenebroso sendero no su salida al villano;
que, a tu llanto como un río sin orillas,
de apacible niebla,
su rocío condensará dulce cristalino,
cuando el aliento de fuego no su brisa roja al carbunclo;
que, a tu alma aun a pesar de las tinieblas, bella,
aun a pesar de las malezas blancas, clara,
su humo congelado inmortalizará dulce sueño,
cuando Vulcano no su ceniza desatada al cielo.
¡Apresura entre espinas crepúsculos pisando!
¡Vuela entre ondas plomos rojizos esquivando,
y reposa en las estrellas!