(Modernismo)
Que venga a mí la claridad del día,
y con ella la ofrenda en nueva letra;
bajo amparo al poema, en luz perpetua,
que venga ya, que ansioso está mi enigma.
Que se disuelvan sombras y mi herida,
y también ese grillo que se aferra,
pues en éter onírico la pena
no es sino la pirita que cautiva.
¡Ay, moneda de dos tonalidades!
Sueño y vigilia, más que un espejante,
la misma efigie, una, y nada más.
Venga ya la verdad, entrelazada
con el hilo de araña, a mi mañana...
Venga ya al que se priva de su mal.