Como si la niebla susurrara al olvido y nos arrastrara con ella; creo recordarte en imágenes difusas de un amor que no fue, ni será…
Las cadenas apretando cada vez más fuerte mi garganta, prohibiendo el paso a ese grito ahogado que me atormenta por las noches
Suplicando que quizá en un golpe de suerte la historia hubiera sido otra, en la que el roce con tus manos no fuera el mismísimo pecado…
Y es que juraba sentir nuestros latidos al compás, como si aquello que no está escrito comenzara poco a poco a florecer; inevitable.
Si pudiera ponerlo en palabras supongo que escribiría tomos enteros de tus pupilas volviéndose un espejo donde me veo siendo luz, eternidad.
No sé si realmente se trataba de magia o algún milagro, pero tu simple presencia hacía huir hasta los demonios más siniestros, aquellos capaces de calar hondo en las profundidades de un corazón desalojado.
Bendito el día en que supiste ser reflejo, hogar y calma; incluso antes del propio apocalipsis.