Rodrigo Santibáñez

El relojero

Me levanto casi sin sol,

El tiempo no espera y si lo hace lo reparo,

El segundero tiene que clickear al son,

De mi pestañeo involuntario.

 

Un talento innato que tengo desde joven,

Siento los segundos pesados en mi cuerpo,

A cada minuto un palpito en mi abdomen,

A cada hora un pánico me interviene.

 

Siento los renglones de Cronos,

Mis acciones comandadas en exactitud,

Nunca he desfigurado el espacio,

Me limito a dibujar nuestra esclavitud.

 

A las medidas del pasado,

No me puedo permitir,

No recuerdo en donde he estado,

Solo en mi taller me debo regir,

A erigir la exactitud del universo.

 

Pero en las noches sueño, perverso,

Doblar los barrotes temporales,

Esconderme en un rincón en pausa,

Parar la máquina sin leyes.

 

Allí rasgo el paño del cosmos,

 Hasta que la luz del día me menciona,

Precisa alarma naciente,

Pone su regla, marca presente.

 

El pálpito viene a atacar,

El pánico de la cama me saca,

Prendo hachís,

Miro el espiral de nácar,

Hablo con Fibonacci,

Y todo vuelve a comenzar.