En San Carlos yo nací,
Tierra de cerros y mar,
Pero en Maldonado vi
A quien me hizo suspirar.
Era noche de nostalgia,
La cumbia nos envolvió,
Bailamos sin añoranza,
Y el amor nos abrazó.
Su vestido era de flores,
Sus ojos como luceros,
Me perdí en esos fulgores,
En sus labios hechiceros.
Le juré amor eterno,
Promesa que no cumplí,
Y ese error del invierno
Con creces lo padecí.
Rompí mi palabra dada,
Partí sin mirar atrás,
Dejando un alma quebrada
Y un corazón que aún late más.
La ambición me cegó entonces,
Busqué fortuna y poder,
Olvidé nuestros amores,
Creí que podría volver.
Desde entonces, maldición
Sobre mí cayó sin fin:
Muchas tuve en mi pasión,
Ninguna me amó al fin.
Bellezas me rodearon,
Dulces labios yo besé,
Pero todas me dejaron,
Solo y triste me quedé.
Recorrí ciudades grandes,
Crucé mares y fronteras,
Escalé incluso los Andes,
Buscando amores de veras.
Pero el destino, implacable,
Me negó siempre el amor,
Un castigo inexorable
Por mi acto de traidor.
Las mujeres que encontraba
Solo buscaban placer,
Ninguna me enamoraba,
Ni me hacía estremecer.
Años pasaron volando,
La juventud se esfumó,
Y me encontré suspirando
Por quien mi alma no olvidó.
Hoy, anciano y solitario,
Frente al fuego escribo yo,
Este triste itinerario
Que la vida me marcó.
Las arrugas en mi rostro
Cuentan historias de ayer,
Pero en mi mente aún postro
Aquel baile, aquel querer.
Recuerdo aquella cumbia,
Su sonrisa, su mirar,
La promesa que era rubia
Y no supe conservar.
San Carlos, tierra querida,
Maldonado, mi penar,
Una noche, una partida,
Un amor que no pude honrar.
Si pudiera retroceder,
Volver a aquella velada,
Juraría con mi ser
No dejarla abandonada.
Mas el tiempo es inclemente,
No perdona, no retorna,
Y este amor omnipresente
En recuerdo se transforma.
Que sirva mi triste historia
De lección a los que aman:
Honren siempre la memoria
De promesas que proclaman.
Pues no hay nada más valioso
Que un amor puro y sincero,
Y el castigo es doloroso
Para quien no fue sincero.