gaspar jover polo

UNA VENTANA ABIERTA SUPONE UNA INVITACIÓN

UNA VENTANA ABIERTA SUPONE UNA INVITACIÓN

 

Una ventana abierta

en la estación del verano

es como una puerta que da al mundo,

es como una invitación indirecta

a curiosear sin escrúpulos.

La madre le dice muchas veces al hijo

“tesoro” al cabo de la mañana,

y en todas las ocasiones está justificado;

nunca se escucha en la casa de al lado un hablar por hablar

o un sinsentido.

Este bebé es un niño rubio, de piel tersa y sonrosada,

con las manos y los brazos más bien gruesos,

¿qué más puede pedir la madre?

Pero Tesoro

es también un niño tozudo

además de simpático y de rubio.

Podría causar muy bien algún disgusto:

“¡ya verás, ya verás!”, “¡miraaa!”,

“¡ay!, el perrito”, “¡No le pegues!”.

Pero nada que pueda enfriar

el cariño de una madre por su primera

criatura; su animada charla con el niño

puede compararse con el trino de un pájaro por la mañana.

 

En la casa de al lado por la mañana temprano,

se alternan las palabras dulces y llenas de emociones

con las que expresan regañina

y recriminación desconsolada. Salen a la calle estos sonidos

por la ventana abierta

del verano; es natural;

cuando se abre una ventana,

el amor sale volando

–“¡Holaaa!”, “¡Cariño!”, ¡Vengaaa!”,

“Despierta”,

“¿Qué me dices tú!?”–

con forma de sonidos, de palabras

que se expanden encadenadas, ordenadas

en  todas las direcciones de la calle.

 

 

 

Gaspar Jover Polo