El Sol dora los campos de girasoles;
con el cántico cálido del verano.
En el riacho, nadan brillos estivales,
y se oye de aves un jolgorio cercano.
Los juegos olvidados de los chavales,
devienen en secas lágrimas de anciano,
recuerdos de otras cosechas de trigales,
en tardes a la fresca de charla y vino.
Cimbrean las ramas frescor de laureles
con la brisa que trae el aire solano
tras agitar el manto de los maizales,
y aventar el polvo seco del camino.
Las hojas secas del otoño temprano,
caen a tierra mecidas por el viento,
donde fungirán en un fértil abono,
madre de plantas, flores y sentimientos.