A diario mi tez casi avejenta
perdiendo su brillo vigoroso
por el tiempo raudo y fatigoso;
quién lo afronta o lo enfrenta?
Si Él irreversible detenta
el dominio de nuestro destino,
pero, nuestra mente en desatino, detener el tiempo siempre intenta.
No envejece mi intelecto;
es inalterable, sensato,
evolutivo e imperfecto.
Dentro de Él no pasa el tiempo,
es un cristal puro diamantino,
el tiempo no cambia su destino.