Sueño con un mundo sin divisiones,
sin ideologías que fraccionen el espíritu,
Balcanización de nuestros mejores años,
O aquellos años que creíamos eternos,
Aquella época, aquel tiempo mítico
Como el de los paseos de curso cuando íbamos a la escuela,
Y lo vital era no perderse a la salida ni copiarle al compañero en el examen
O como el de aquellas tertulias trasnochadas
En que lo único que importaba
era recitar el próximo poema sin tartamudear perder el tono y el ritmo.
Locus amoenus en la memoria, ubi sunt en el corazón
En medio del adynata, vuelvo sobre aquellos versos recitados a la mala
Como vuelvo sobre el torpedo que hice
Para no reprobar el ramo
Y el ramo era el tiempo y su peso nocturno
Y el ramo era el vórtice de un secreto inacabado y furibundo.
Sueño con un mundo sin divisiones
Como el de aquellos escolares
Que nunca llegaron a intuir el fin
Y tenían impresa el alba en sus rostros,
La sonrisa del destino, la sonrisa de esos poetas
Que eran como compañeros de escuela que no se veían hace años
E improvisaban una junta, una legendaria junta
En medio de la nada, a cualquier hora
Después del anochecer, en medio del ocaso,
Y prendían una vela, para inmortalizar el recuerdo
Que nunca llegaron a deletrear
Callando ante los otros como ante la sombra.
Sueño con un mundo sin divisiones,
Restauración de nuestros mejores años,
O aquellos años que creíamos eternos,
Aquella época, aquel tiempo mítico
Suponiendo que el mito tuvo alguna vez un lugar
Y que las palabras dichas resonaron infinitamente
Con ilusión y con vergüenza.