Que al reo de niebla espesa
protejan estrellas blancas,
bien puede ser:
su cuerpo fundiéndose
con la aurora;
mas que apuntando
el verdugo está,
quiera que el crepúsculo vespertino
de rayos púrpura al reo cubra,
bien puede ser:
sus manos fundiéndose
con la turbia penumbra.
Que se llene el paisaje
con lluvia oscura,
de luceros fríos,
bien puede ser:
el horizonte fundiéndose
con la distancia muerta;
mas que no irradie
un torrente de luceros cálidos,
por un verdugo que la noche guarda,
bien puede ser:
el horizonte solamente fundiéndose
con las hojas.
Que la noche negra
no tiña de sangre las riberas,
pálidas de sus recuerdos,
bien puede ser:
su cuerpo fundiéndose
con golondrina cual vuela;
mas que el verdugo no sepa
donde el ancho crepúsculo empieza,
bien puede ser:
las floraciones de rocío fundiéndose
con su ansia.
Que no se asome la luna, arrugada,
con su absurdo cortejo de ilusiones remotas,
bien puede ser:
la noche turbia fundiéndose
con el rumor de las hojas quietas;
mas que no estén los cauces secos,
ni los árboles mustios,
bien puede ser:
la niebla del misterio estremecedora fundiéndose
con la montaña.
Que anochezca el día gris del sueño
y que amanezca risueño,
bien puede ser:
las armas de arsénico y humo fundiéndose
con la luz y escarcha;
mas que reine el sudor de nieve
que es de azucenas y no sangre,
bien puede ser:
su blanca alma fundiéndose
con el cristal que la cubra de plata.
Que ya no, decid a los ángeles que vengan,
que sus recuerdos se queman,
no puede ser:
la luna fundiéndose
ya con óxido y níquel de casi muerte y casi piedra;
mas que la estrella de luz marchitada
no diga que fue blanca,
no puede ser:
las estrellas invisibles fundiéndose
ya con un halo de sombra y de nostalgia.
Que olvide el negro secreto de la noche
cual hojas trémulas de ocaso el amanecer,
no puede ser:
la oscura tierra fundiéndose
ya con su sangre abierta;
mas que se levante la niebla del misterio
sin que se estremezca su hermoso cuerpo,
no puede ser:
la brisa helada fundiéndose
ya con el chorro de luz que ilumina su cuerpo de escarcha.
Que el faro apagado
oculte su rostro quebrado,
no puede ser:
su corazón en llamas fundiéndose
ya con las armas asesinas que apuntan a su cabeza;
mas que de sus ojos
no broten claveles sangrientos,
no puede ser:
los últimos pálpitos de tiniebla fundiéndose
ya con su corazón sin esperanza.
Que rosas y mirtos de luna
iluminen más que la luz difusa,
no puede ser:
su cuerpo derrumbado fundiéndose
ya con un charco de agonía;
mas que un rayo de aurora
como un arcángel renazca...
¡Ya no puede ser!
¡Ay que la muerte le espera!
¡Ay que ya duerme sin fin!
¡Adiós para siempre!
¡Que no puede ser!
¡Que no! ¡Que no!