En la pradera el otoño descansa,
las flores se marchitan con su llanto
cadencias mudas que la brisa amansa
al paso del riacho que fluye lento.
Las ramas cimbrean secretos viejos;
bajo el manto azulado de la noche,
la luna guiña sus blancos reflejos,
el tiempo se despliega sin derroche.
Las horas menguan, el día se apaga,
regresan sosiegos que solos vagan.
La luz naranja acaricia la vega,
de cultivos y sarmientos que embriagan.
Los árboles visten gotas de fuego,
los colores ocres llueven del cielo.
Suena apartado, cual eco de un ruego,
el trino lejano de un ave en celo.
Paños de hojas crujen bajo los pies,
cada paso arrastra un son del ayer.
Los osos huelen golosos las mieles,
las abejas atacan por doquier.
El atardecer del año solar.
invita a pensar en este ensoñar,
de los cantos que esperan a volar
con el otoño del nuevo bañar..