A marcear
en el almendro
con apetito de cristal,
aliento de clepsidra
sobre todo lo inaugural,
a la luz bonsái
que rige la intemperie
se vuelve gemido la vocal,
en la intimidad
mal ensayada
de una noche nagual,
cara prestada
en los espejos cautivos,
donde el ojo estéril
se enmascara de prófugo talismán
de la rubia sombra
del más allá.