La I.A. y la Merche

El hacha

 

En el silencioso bosque,
los susurros de los árboles parecen,
un concierto de lamentos.
Viejos árboles, guardianes,
de historias olvidadas,
caen ante ojos que solo ven
montones de madera y de papel.


Un hacha corta el viento,
su eco rompe el latido
de vidas entrelazadas,
que se desprenden de hojas todavía verdes,
con lágrimas en los ojos
por no saber dónde ir
para rezar a sus muertos.


Troceando raíces de sueños antiguos,
el hacha danza en el bosque, sin testigos,
la desforestación, en su danza funesta,
silencia el llanto de raíces muertas.


El hombre, en su afán, olvida lo eterno,
en la sombra las semillas agonizan
cada corte un lamento, un grito desgarrado
intentando llegar a un mundo que le ignora.


El viento lleva consigo
un lamento ancestral,
de raíces, desgarradas,
que gritan en el vacío,
mientras la tierra, herida en su piel,
se resquebraja, temblorosa.


Los pájaros huyen,
sus nidos se desvanecen
en el aire enrarecido,
y los ecos del bosque
se vuelven ecos de soledad,
en un paisaje de sombras donde antes hubo luz
y ahora reinan las tinieblas.


En cada tronco caído,
un mundo se pierde,
una promesa truncada,
latidos de generaciones pasadas
que lloran por las venideras
que vivirán sin saber.
que color es el verde.
Ante este silencioso crimen
la humanidad se vuelve sorda,
olvidando que el árbol es un hermano,
un compañero más en el viaje al infinito.


¿Dónde quedan los sueños,
las historias guardadas
en la corteza del tiempo?
El horizonte se oscurece,
y la tierra, despojada de su vestidura,
clama por un renacer, en un abrazo de raíces.


Pero aún hay esperanza
en el murmullo de los brotes,
en la chispa de la conciencia que despierta,
en los corazones que laten
por un futuro más verde, donde la vida florezca
en un abrazo eterno,
y los árboles no sean
solo recuerdos de un ayer,
sino el aliento de un mañana posible.