¿El Niño y el Borracho Dicen la Verdad?
En la pureza del niño, la verdad se asoma
sus palabras inocentes, sin velo ni disfraz
reflejan el mundo tal como se desploma.
El borracho, con su lengua suelta y audaz
desnuda las mentiras que otros ocultan
sin temor a la crítica, su verdad es paz.
El niño, con sus ojos llenos de claridad
ve lo que otros no quieren ver o evitar
en su ingenuidad, revela sinceridad.
El borracho, con su risa y su andar errante
desvela secretos en cada palabra ardiente
su franqueza, a veces cruel, siempre constante.
Ambos, en su estado puro, sin pretensión
nos enseñan que la verdad no tiene dueño
y que en la honestidad, hallamos redención.
Entre risas y juegos, o en la ebriedad
el niño y el borracho nos muestran sin cesar
que en sus verdades, encontramos realidad.
Es normal que pueblos alejados exista un borrachito que pasadas sus farras recorra sus calles gritando sus verdades a todo pulmón.
En este poema se hizo realidad: Un joven cura fue sacado de su congregación debido a su debilidad por el alcohol que al parecer ya tenia antes de su ordenación, ya siendo un laico, el problema iba en escalada y el lugar favorito de los Sábados en las noches y los Domingos, era la salida de la humilde parroquia, al divisar a un conocido, sobretodo damas, le gritaba los pecados que antes le habían confesado, llenando de pena a los aludidos y sus familiares y avergonzar con culpa ajena a los demás. Al disminuir la asistencia a los servicios religiosos las autoridades solicitaron al ayuntamiento ingresar al renegado en un asilo y acabar con el molesto problema que ya provocaba separaciones temporales y hasta divorcios.
En el pueblo se hizo ley el refrán de que:
Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
Usted que piensa? Yo prefiero creer al niño que la borracho.