Caímos en la trampa de la consciencia alienada
hicieron de nosotros pura carne de cañón,
nos transformaron en la marioneta de algún titiritero
escondido entre sombras conspirativas.
Al momento de tomarnos la mano
marchando por esas calles desvencijadas
entre consignas, rimas inútiles y disonantes
estábamos sellando la trama de la discordia.
Nunca hubiéramos podido intuirlo:
una parte de nosotros quería quemarlo todo
pero la otra se aferraba a los viejos esquemas
Asustados, hicimos del otro la proyección de nuestra más profunda carencia.
Y a eso le llamamos amor. Y a eso le llamamos poesía.
¿Cuál será el final de esta obra difusa? ¿Cómo sigue la farsa?
¿Quién leerá nuestros lamentos e imprecaciones,
cuando las páginas sean consumidas por su propia combustión?
Caído el relato, caída la máscara
Ya no hay calle de regreso,
ya no hay página de sangre
solo nos queda el rostro descubierto
y una mentira insolente
que reclama justicia.