Giro y me cubro el rostro como un niño.
Me pregunto a mi mismo, pero no me contesto.
Amalgamo tu sentir y mi sentir. Lo mezclo, lo junto,
le intento dar forma, color y sabor.
Se desbarata con el frío. No perdura.
Rehago las acciones, las palabras, los despechos, y
cualquier otra cosa que me ayuda a recordarnos.
Son lastimosas y complicadas, pero no las puedo soltar.
Me cortan las manos, las venas.
Escarban entre mi carne que tiene cicatrices de amor.
Se rompe mi piel, y la piel debajo de mi piel,
y los tejidos conectivos, epiteliales, musculosos y nerviosos...
hasta llegar a mi alma,
que se esconde detrás de la puerta,
sosteniendo con fuerzas un retrato de ti.