Emilio Barrios

Sorbo

Un sorbo de alcohol y me pongo a escribir un poco. Esto que llevo dentro me está envolviendo entero, me está volviendo loco, a veces mucho, a veces poco.

 

Estos recuerdos en mi mente me duelen y me han roto; vivo en la incertidumbre, pobre mente, podredumbre, pobre tonto.

 

Un sorbo no es mucho, pero depende del alcohol; no lo tomo para perder el control, tampoco para sentirme mucho mejor; no es nada de eso, no es mi estilo, pero no puedo negarlo; agudiza mi sentido.

 

Muchas veces es para tranquilizar mi interior y hay momentos que funciona, vamos, hombre, ¡vamos idiota!, ¿Qué dices? No seas estúpido, reacciona, reflexiona.

 

Alivia tu dolor y resístelo, hablo conmigo mismo, lo asimilo, he amado, sí, pero no lo he disfrutado, no estoy disgustado, tampoco angustiado, más bien diría algo frustrado. Tomo un sorbo, y luego otro.

 

Emborracharme no es lo que busco, no es mi método, no es mi forma, no es mi estilo. Sé que muchos dirán que le pasa a ese tipo, pero ni modo.

 

Puede ser un vino, un whisky o unas cervezas; duele mucho comprender, aceptar que conmigo jamás fue sincera. Vivo como en una pecera, observo desde el otro lado del cristal donde existe otro mundo, y el mío una miseria.

 

Un mundo donde yo me acostumbré a vivir, sé que no debería ser así; soy infeliz, pero luego pienso y digo: todos con sus vidas de inocentes y puras, intentando fingir.

 

Fingir para no demostrar que por dentro tienen viviendo a un monstruo, una criatura que no tiene escrúpulos, no siente piedad, que cuando lastima y hiere sin remordimientos, sin penas, no tiene empatía ni simpatía.

 

Actúa sin culpabilidad y cuando cae la noche se acuesta a dormir con una terrible calma, y puede soñar, sorprendentemente, con una tremenda frialdad.