La dicha no germina si el pesar no florece,
igual que el brillo muere si el abismo no crece.
Mi alma, que en tus manos todo lo que ama ofrece,
se hunde en la agonía que tu sombra me mece.
El cielo de mi vida, al mirarte, oscurece,
tu ausencia es la tormenta que en mi pecho se estremece.
Sin ti, la luz no brilla y mi ser desfallece,
soy presa de la noche que a mi mente enloquece.
¿Por qué, cruel destino, me robas su dulzura?
¿Por qué siembra en mis venas esta eterna amargura,
que al beso de la muerte mi alma ya apetece?
Pues todo lo que fui se ha marchado contigo,
y en el fondo del tiempo, yo solo te maldigo,
pues sin tu fiel presencia, la vida no acontece.