Con ráfagas de viento,
salitre seco de la mañana,
el océano se despliega
sobre el bosque
y trae reminiscencias de su fondo
sin brisas que salpiquen
a la hojarasca rojiza.
Un silbido con desdén,
música de madreselvas
y un rayo de crisálidas
viajan por el agua.
Un aliento sin prisa
arrastra los lodos
que taponan el aire
y limpia las penas.
Son faros las embestidas,
brazos de un marinero,
noche de luna y de mieles
y cenizas sin espinas
con la sirena de esta floresta.
Por vez primera
sonríe la mala suerte
si en la esperanza
azul y verde se encuentran.