Y era la fuente, amor, era la fuente
y los zorzales prolongando el trino,
y era el arroyo suave y cristalino,
repitiendo tu nombre únicamente.
Y era tu piel temblando, tiernamente,
junto a mi piel curtida en el camino,
y eras en mí cual poderoso sino
como al mar es el agua eternamente.
Y éramos dos soñando en la corriente,
la mirada encendida y transparente
flotando en un azul de cielo y lino.
Y era toda la tarde en torbellino,
nuestros labios un río vespertino
y era el amarnos siempre, dulcemente.