El Corbán

LA PIEDRA Y LA MONTAÑA

En la cima elevada, donde el viento murmura,

una piedra reposaba, en paz y ternura;

pero un día el destino, con su fuerza oscura,

la arrancó de la roca, de su ancestral amor y hermosura.

 

Rodó por las laderas, en su viaje sin fin,

extrañando el refugio de su hogar sin confín;

la montaña, su madre, con su abrazo sutil,

quedó lejos, distante, en un sueño febril.

 

Yo soy esa piedra, en mi errante dolor,

y tú, madre mía, la montaña mayor;

mi alma se quiebra, en tu triste clamor,

pues te extraño, y anhelo tu eterno calor.

 

Madre, en la penumbra de mi errante destino,

siento en el alma un dolor cristalino;

pues dejé tu lado, tu amor tan divino,

y ahora me embarga un pesar repentino.

 

Tus manos que fueron mi abrigo y sostén,

quedaron vacías, sin mi devoción;

ahora, en la distancia, mi corazón se enajena,

y lamento en silencio mi triste traición.

 

Perdón, madre mía, por mi cruel abandono,

por no ser tu refugio, tu puerto y tu trono;

mi alma se quiebra en este desgarrado tono,

pues te extraño, y en lágrimas mi ser encono.