Carolina Montero Mendoza

Legado

Huyen de mí, se escabullen entre el mutismo y las esquinas de esta enorme habitación casi vacía donde nadie sabe de su existencia, excepto mis dedos que las esbozan como garabatos simples ahuyentando las rutinas de la madrugada. 

Se rehúsan a venir, dicen que la musa se ha marchado y me reclaman que he dejado que el deber me absorba como un sifón vetusto en medio de azulejos fracturados

Me reprochan que las haya abandonado en este paraje grisáceo y blanquecino.

Después, son ellas quiénes llegan a preguntarme si acaso no es suficiente saber que no hay más refugio ni consuelo.

Y me instigan a seguir, se resisten a abandonar mis silencios mientras otros hacen ruido que retumba en los ecos estridentes de este frío.

Son casi las tres, lejos del hogar y la tibieza, basta con leer a las demás para entender, que no podré dejarlas, que siempre en ellas viviré.