AMANECE
Amanece un nuevo día.
Un nuevo día…
continua mi suplicio y mi martirio.
Un nuevo día…
continua amarrado y prisionero mi espíritu
a este cuerpo físico sin respuesta.
No se puede soltar, no se puede evadir
para volar libre y feliz hacia el cielo
buscando la merecida paz eterna.
¡Hasta cuando durarán estas penas!
Amanece un nuevo día.
Un día claro y soleado, pero…
nuboso, oscuro y desesperadamente
tortuoso y quebrado para mí.
No sé, adonde acudir,
no sé, adonde llamar,
para pedir respeto y compasión
para este atormentado espíritu mío.
Mi soledad, mi triste y merecida soledad
es el pago adicional que incrementa
el desasosiego continuo en que vivo,
y que hace insoportable mi día a día.
Amanece, amanece… ¿Para qué?