Yeshuapoemario

JEHOVÁ EL JUEZ

 

JEHOVÁ EL JUEZ

Juzga a tus siervos: declara culpable al malo y haz que sus actos recaigan sobre su propia cabeza; declara inocente al justo y recompénsalo (1 Rey. 8:32).

 

En el tapiz de la fe, hilos de esperanza se entrelazan,

con promesas de un Juez cuyas leyes no se desvanecen.

Supremo en sabiduría, en bondad soberana,

Jehová, el gran arquitecto de la justicia humana.

 

No hay que temer al juicio, ni al destino que nos aguarda,

pues en su corte celestial, la misericordia es guardada.

Con cada acto y pensamiento, con cada paso que damos,

en su balanza perfecta, nuestras almas pesamos.

 

La rectitud es su estandarte, la verdad su firme cimiento,

y en su trono eterno, no hay lugar para el lamento.

Porque Él, en su infinita gracia y compasión,

repara el daño del pecado, sin distinción.

 

Como un bálsamo que cura, como un refugio seguro,

sus juicios son un alivio, puro y maduro.

Y en la espera de ese día, en la quietud del ahora,

su ejemplo de perdón, como una flor, aflora.

 

En la vastedad del tiempo, en la inmensidad del espacio,

la justicia de Jehová permanece, sin ningún retraso.

Con paciencia infinita, con amor que todo lo abarca,

esperamos ese amanecer, donde la paz se enmarca.

 

Porque en su reino prometido, donde el mal no tiene cabida,

sanará toda herida, en una vida renacida.

Y las lágrimas de ayer, como ríos en el desierto,

se perderán en la alegría, de un mundo cubierto.

 

Cubierto de su gloria, de su luz sin sombra,

donde cada alma errante, finalmente asombra.

Porque Jehová, el Juez Supremo, en su trono resplandece,

y en su amor infinito, a todos nos enaltece.

 

Así que en este viaje, en este sendero terrenal,

sigamos su guía divina, el camino celestial.

Con fe inquebrantable, con esperanza en el pecho,

miremos hacia el futuro, con el corazón satisfecho.

 

Porque vendrá el día, prometido y anhelado,

donde el dolor y el sufrimiento, serán cosas del pasado.

Y en ese nuevo mundo, bajo su reinado justo,

viviremos en paz, en amor, en un suspiro augusto.

 

Hasta entonces, en la tierra, con humildad caminemos,

y en cada acto de perdón, a Jehová reflejemos.

Porque en su juicio supremo, en su amor sin medida,

encontramos la verdadera vida, la eterna salida.