Despedidas y adioses,
pequeños dioses falsos,
ingrávidos que salen a volar.
Se despidieron y se fueron al fin,
demasiados grandes para tan poco.
Y se tiraron al precipicio y cayeron,
quisieron volar, sin ser ingrávidos.
Y se despeñaron en su trampa,
y fueron ahogados en sangre.
Despedidos al despeñadero,
en la roca de la fria realidad,
desprendidos al cruel suelo,
Y nadie les resucitó al caer,
trampas de la realidad.
Y salieron de la vida,
despedidos al final,
despeñados al aire,
en la dura tierra.
En la gravedad,
en su abismo
mortal al fin.