Berta.

Sequía

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Berta caminaba por las calles de la ciudad, con la cabeza gacha y los labios sellados por la tristeza. El eco de sus pasos resonaba en el asfalto, un murmullo sordo  acompañaba sus pensamientos. La sequía de su corazón se había vuelto pertinaz, y la ausencia de sueños en su alma vacía era un recordatorio constante de aquel encuentro fugaz que había iluminado su firmamento.
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Recordaba aquella noche de disco, la música vibrante y el ambiente caldeado de cuerpos danzantes. Risas y miradas cómplices adornaban el aire, pero entre toda esa efervescencia, Berta había encontrado lo que parecía un oasis: un instante mágico con un desconocido que hizo que el tiempo se detuviera. Las promesas que intercambiaron, flotando como dardos al viento, ahora eran solo ecos perdidos en su mente.
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Se apoyó en una pared, el frío de la piedra contrastando con el calor de sus recuerdos. Ven hacia mí primavera, susurró en voz baja, deseando con fervor que aquellos días de calor y alegría pudieran regresar. Ese desconocido había sido el sol que brilló al amanecer, desmayándose ante la llegada del invierno que ahora la invadía. El abrazo de los cálidos besos, que ella añoraba como quien busca un faro en la tormenta, la dejó sin brillo y sumergida en la anhedonia.
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Al acostarse esa noche, Berta sintió que su corazón ladraba en un grito mudo, una llamada desesperada que se perdía en la oscuridad. Recordó el sonido de sus risas, la forma en que sus miradas se entrelazaban en el aire como promesas no cumplidas. ¿Qué pasa con los recuerdos? Pensó, mientras una sombra se extendía por su pecho, pesando como una losa. Sabía que se los llevaba el viento, pero ¿qué hacían esos recuerdos volviendo a la orilla de su mente, ladrando detrás de ella como si le reclamaran?
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Mañana sería otro día, otra tremenda lucha entre dejar ir y aferrarse a lo que ya no tenía. Y así, en la intimidad de la noche y rodeada por el silencio de su desamor, solo podía preguntarse sobre esos besos que jamás se dieron. ¿Dónde van esos besos, marinero, dónde se fueron? Ella buscaba las respuestas, queriendo aferrarse a esos momentos perdidos, deseando que el tiempo pudiera retroceder y ahorrarle el dolor que ahora la envolvía.
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Y aunque los días siguieron transcurriendo, con cada amanecer la primavera parecía alejarse un poco más, y con ella la esperanza. La vida continuaba, pero Berta permanecía atrapada en su laberinto, tratando de encontrar lo que el viento se había llevado, y, sobre todo, intentando entender por qué el invierno se había convertido en su único abrigo.