Cansados lomos,
abiertos,
amarillos.
Músculos de granito,
piel de caliza.
Las Sierras Bayas nacen
con la timidez del otoño,
su melodía tranquila,
y su fluir de dolomita.
Un Tapalque desbordado
acarició el vientre de mi madre.
En tierras
de pampas y ranqueles,
batallas y malones,
frontera difusa,
fortines efímeros.
En esta tierra de Sierra Chica,
de viejos molinos harineros,
abandonados,
en esta tierra venerada,
mi llanto fue
mi canción primera,
y mis ojos fundaron
su luz temprana.
Sueños inmigrantes,
en la manos picapedreras,
bajo la falda de robustas alemanas.
Cementerios pequeños,
iglesias vacías…
El Tapalque ingobernable,
acarició el vientre de mi madre.
La luna arropó
a las Sierras Bayas.
Mis primeros pasos,
demorarían años...
Esa noche de enero
la luna acarició
el lomo de las sierras,
y las Quillalauquén
jadearon estrellas.
Nací sierra,
inmemorial grito congelado
de la tierra,
que el viento,
paciente,
se empeña en callar.
Soy sierra,
músculos rojos de granito,
piel de caliza,
cuevas de dolomita,
escondidas,
en las arrugas de mi ser.