Sobre el terso lomo
de mi irreflexivo rocinante
galopo desde tus everest
hasta el cenote
Los trinos de la noche
amenizan mi galope
el cielo llora sobre mi sombrero
y tú te escondes bajo la sábana
de la penumbra, el deseo y el fuego
el aroma de otras tardes
se deslizan por abedules
derramándose por el cielo
incendiando el horizonte
que me mira sobre el hombro
mientras se aleja sendero arriba
cobijándose en sombras
La noche ulula desde su lecho
acuartelado por hespérides
mi cálamo rompe su túnica
hiriéndola de luceros
que se derraman en lactosas lágrimas
que se estrellan en fuego
Un estallido me arrebata
desde mi idílica odisea,
mis pupilas se hieren al resplandor
que acuchilla mi frente
con estoque de luz acusadora
El mullido hedor que me sostiene
me abraza protector;
a mi lado un frasco de ron
parcialmente vacío...
mínimamente lleno
me escolta desde estribor
atesorando el beso
que recién le he macerado
a babor un mugriento cuadernillo
alambica la agria tinta
que en su cáliz derramé
Más allá el mundo duerme
o celebra, o se embriaga,
o llora, o se amanceba
que la noche aunque fresca
es propicia para el delirio,
para la cópula
¿por qué no? ¡PARA SOÑAR!