En la penumbra de nuestros deseos callados,
se agita la chispa de lo oculto y lo vedado.
Tus ojos brillan con esa pasión silente,
donde el pecado se vuelve urgente.
Cada límite, cada regla rota,
nos acerca más a la llama que provoca.
Tu piel, al rozar lo prohibido,
se enciende en un fuego no compartido.
Y aunque el abismo se extiende ante nosotros,
no puedes negar el placer en tus ojos.
Sé que lo prohibido te excita,
y en su sombra, es donde más palpitas.