En ese sueño tejido por el tiempo,
nos encontramos una y otra vez,
como almas errantes en un laberinto de épocas.
El destino, caprichoso y cruel, nos separa,
pero nuestra conexión persiste,
como hilos invisibles, que nos unen en la oscuridad.
Nos escondemos en los bosques,
donde las sombras nos acogen
y el mundo se queda atrás.
En ese valle secreto, somos libres de ser nosotros mismos,
sin miedos ni ataduras.
La muerte, siempre acechante,
no logra extinguir nuestra llama.
Y aquí estamos, en esta época incierta,
buscando señales en la quietud de una fuente de agua.
La silueta que se recorta ente mí
tiene el cabello negro como la noche,
y mi corazón late con la certeza de que eres tú.
Con timidez, me acerco y toco tu hombro,
regalándote los girasoles que siempre han sido tus favoritos.
¿Acaso este encuentro es real
o solo otro fragmento de nuestro sueño compartido?
No importa.
En este instante, somos eternos,
y el mundo exterior se desvanece ante nuestra conexión.