Berta.

Vacía

 

Berta se sentó en un bolardo del muelle, donde solía venir a soñar; pero hoy, las olas susurraban secretos que no podía entender. El viento acariciaba su cabello, pero no podía calmar el vacío que sentía en su pecho. Era una tarde gris, y ella se sentía más sola que nunca, como un barco a la deriva sin capitán ni timón, perdido en aguas desconocidas.
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A su alrededor, las gaviotas graznaban, indiferentes a su melancolía. Observaba cómo se mezclaban las sombras del atardecer con los recuerdos de un amor que nunca llegó, de un abrazo que se le escapó. Sus pensamientos giraban en círculos, como un marinero inquieto, buscando sin cesar la salida de una tormenta emocional que la había mantenido prisionera.
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Triste y vacía, murmuró Berta para sí misma, sabiendo que esas palabras la definían mejor que su propio nombre. Había dado todo por encontrar el calor de otro ser, por no ser la acémila que arrastraba su soledad. Sin embargo, cada año que pasaba era una estocada más a la esperanza de hallar aquel sueño.
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Recordó las promesas que hizo, las ilusiones tejidas entre risas y miradas cómplices. Pero, como el mar que se retira, esos momentos se desvanecieron, dejándola con el amargo sabor de lo inalcanzable. Miró sus brazos, las huellas del tiempo y las cicatrices de pasiones perdidas. Cada línea contaba una historia de añoranza que ahora parecían burdos esbozos de una vida que se le escapaba sin rumbo.
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Sin ancla y sin un sueño que perseguir, Berta se sintió una extraña en su propia piel. La idea de buscar el amor la llenaba de terror. ¿Qué pasaría si volvía a encontrar la misma desilusión? Aun así, en el fondo de sus profundos ojos, donde la amargura hacía morada, había una pequeña llama de deseo. ¿Y si el amor llega cuando menos lo espero?, se decía, tratando de espantar la sensación de desesperanza que la acurrucaba.
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Se levantó con esfuerzo, sintiendo el peso de las horas grises que la aguardaban. Sabía que debía caminar, su vida no podía seguir estancada como un barco olvidado. Las olas siguieron rompiendo en el muelle y del oleaje parecían salir unos murmullos diciendo que  un nuevo día llegaría, aunque ella aún no supiera cómo buscar, lo que tanto deseaba. 
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Con cada paso hacia su hogar, un suspiro de decisión se formó en su pecho. Tal vez, solo tal vez, podría abrir la puerta que llevaba mucho tiempo cerrada, para salir en busca de otro amor que volviera a llenar su vida vacía.