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SUR AUSTRAL (De cómo conviven árboles y pájaros)

En el sur austral, arrastró su largo rabo la historia.

Fue dejando escudos de armas en los gritos de los pájaros,

en las copas de los árboles y en el liquen de su piel,

en mitos y leyendas especiadas por la calidad de sus aguas.

Bosques, vegas y humedales grabaron en sus cuerpos el rostro sonoro

de la libertad y sus particulares acordes.

Hubo una vez un mapa con el movimiento de las aves

y su peregrino doctorado de colonos, grafitis de un continental mosaico.

 

Sotobosques, tundras y juncos feligreses,

 siempre rogando

al cielo generoso y limpio,

como cristales de ojos párvulos asombrados.

Bosques mediterráneos, lluviosos, andinos,

patagónicos, deciduos y leñosos, bosques de las islas solteras en busca de maridos.

 

Bosques úteros de las especies,

bosques nacidos y criados en la tierra,

bosques de cipreses hermanados,

lengas blancas con barbas de viejos,

coihue nadador y alerce con esqueleto de espárrago.

 

 

Bosques de tambores y parches tersos para carpinteros,

robles escribanos de cortezas eruditas,

con centurias pactadas con las horas,

raulíes guerreros de sangre blanca

y piel amaranto, amantes del diluvio

y de la siesta sobre helechos,

bosques de apellidos nobles,

viva imagen de Cristo en el madero.

DEL SOTOBOSQUE

(Picaflor y su banda)

Todo comienza contigo Picaflor enamorado, libando néctares,

cartero inmutable de faldeo cordillerano,

pequeño toro en furia frente al rojo florido,

sibarita de la lenga y el coihue.

Armagedón de penacho enano,

conquistador del sotobosque

hormiga caníbal del alerce erguido,

 y truhan andariego del dosel,

cosquilla mojigata de la araucaria.

Churrines, chucaos, comesebos, rayaditos, choroyes,

banda inagotable de espejismos húmedos.

 

Pequeños guardianes armados con picos,

 bruñidos por refriegas y dolores,

caminantes huérfanos de estelas,

huéspedes nocturnos en camas

con sabanas de helechos y nalcas,

marcadas por eléctricas huellas.

 

La cáscara del miedo es su sobrevivencia,

deambulan en las caderas de los bosques.

 

Enanos con egos de gigantes,

espaldas mojadas sin fronteras,

cantaores de tablaos gitanos

(inundados de lluvias desconsoladas),

casi nunca piratas,

casi siempre hermanos,

diminutos suspiros de la tierra,

primeras dianas matinales,

último aliento del solano.