caballo negro

EscĂșchame...

Me escuchas y, sin embargo,

no atiendes lo que digo,

me escuchas como escuchas

el silencio, como algo que piensas,

 carece de sentido.

 

Y yo que quisiera me escucharas

como escuchas caer la gota de roció,

como escuchas llover o tu latido…

como escuchas la lluvia y su murmullo,

como escuchas la noche y su sonido.

 

Y yo que quisiera me escucharas

como el mar a la playa,

como el frío a las escarchas,

como el misterio a la bruma

como a la noche la luna.

Atenta al violín del grillo, sin prisas,

sin cólera, sin conmiseraciones,

sin amor, sin indiferencia, sin odios,

sin consejos por las lamentaciones

ni alabanzas por los aciertos,

serena y en paz, pero con nacientes

torbellinos por dentro.

 

Yo que quisiera me escucharas

Como derramo este amor que desgarras

Con tu indiferencia de muerte,

Con tu palabra fría e hiriente.

Con tu ausencia que quema

Aunque te tenga presente.

 

Escúchame…

Solo un instante, antes que me alcance la nada;

Antes de que me pierda en la alborada

Y la agonía de mi corazón ardiente,

Que sucumbe entre tus llamaradas,

Termine finalmente.