Tus palabras son un poema en sí mismas,
una danza de sensaciones y emociones.
En ese lienzo de piel y cicatrices,
encuentras la belleza que trasciende el tiempo y las heridas.
Como una flor rara en el desierto,
ella atrae miradas y curiosidad,
y tú, como jardinero apasionado,
exploras cada pétalo con reverencia.
Cada toque es un bálsamo
para las marcas que dejaron los amores pasados.
En esos momentos compartidos,
el mundo se reduce a dos almas,
y el presente se vuelve eterno.
Pero también hay noches oscuras,
donde tu llanto resuena en tu alma,
y te partes a la mitad,
deseando aliviar tu dolor.
Así, sales junto al sol,
como un sanador de corazones rotos,
buscando curar heridas de los viejos amores.
En ese gesto, en esa dedicación,
reside la esencia misma del amor:
cuidar, proteger y sanar.