Te conocí
un día de septiembre.
Ibas a misa.
Era la fiesta
que el pueblo celebraba
de la patrona.
Una sonrisa,
prendida de tus labios,
me dedicaste.
Y la sentí
llegando hasta mi alma
con tu inocencia.
De esta manera,
sencilla y sin palabras,
me enamoré.
Fuimos al puerto,
también a la Barquera
y oímos misa.
A la salida
rezamos a la Virgen,
desde la Barra.
Vimos los barcos,
sentimos el salitre
por nuestras venas.
Y sin dudar
unimos el futuro
en ese instante.
...Hoy te recuerdo,
vigente, en aquel sueño,
con estos versos.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/09/24