Hoy me arranqué el corazón.
Lo dejé sobre la mesa de un restaurante en Edimburgo.
La única testigo, una desconocida.
Mis ojos buscaban la compasión de los suyos.
¡Dime algo mujer desconocida!
Aunque sea una burla, te lo suplico.
Concédeme un gesto, aunque sea de vergüenza,
ayúdame a sentir que todavía existo.