PARECÍAN UNOS NIÑOS
Parecían unos niños
con sus carteras llenas de libros
y de estuches con lápices de colores,
pero en el fondo, dice alguien entre los vecinos,
eran hombres, eran paisanos adultos,
niños viejos que jugaban a profesores
y a alumnos en la plaza del pueblo,
bajo la supervisión
no demasiado concienzuda
de sus madres.
Y había también un perro
grande, un perro lobo
que asustaba a los niños
lanzando feroces ladridos,
el perro Rocco, que era un pastor
alemán italiano de origen.
Y había un descampado enfrente
donde crecían las tres moreras,
altas y verdes, y cargadas de moras,
pero que quedaban a una altura inalcanzable,
y por eso los niños apedreaban las ramas
para que cayera
el fruto hasta sus pies rodando.
Y estos niños adultos festejaban
en grupo la caída
de la fruta prohibida
con un alboroto fuera de lo normal,
“los racimos de moras, en efecto”,
añade otro vecino como con miedo, como esperando a ver,
al final, hacia dónde se inclina la balanza.
“¿Y qué pasó con los frutos,
tan negros, tan jugosos?”
Lo cierto es que desaparecieron.
Se alejaron un día de forma destemplada,
y también inmerecida,
hasta desaparecer de forma drástica
hacia el otro lado del mundo.
Gaspar Jover Polo