gaspar jover polo

PARECÍAN UNOS NIÑOS

PARECÍAN UNOS NIÑOS

 

Parecían unos niños

con sus carteras llenas de libros

y de estuches con lápices de colores,

pero en el fondo, dice alguien entre los vecinos,

eran hombres, eran paisanos adultos,

niños viejos que jugaban a profesores

y a alumnos en la plaza del pueblo,

bajo la supervisión

no demasiado concienzuda

de sus madres.

 

Y había también un perro

grande, un perro lobo

que asustaba a los niños

lanzando feroces ladridos,

el perro Rocco, que era un pastor

alemán italiano de origen.

 

Y había  un descampado enfrente

donde crecían las tres moreras,

altas y verdes, y cargadas de moras,

pero que quedaban a una altura inalcanzable,

y por eso los niños apedreaban las ramas

para que cayera

el fruto hasta sus pies rodando.

 

Y estos niños adultos festejaban

en grupo la caída

de la fruta prohibida

con un alboroto fuera de lo normal,

“los racimos de moras, en efecto”,

añade otro vecino como con miedo, como esperando a ver,

al final, hacia dónde se inclina la balanza.

 

“¿Y qué pasó con los frutos,

tan negros, tan jugosos?”

Lo cierto es que desaparecieron.

Se alejaron un día de forma destemplada,

y también inmerecida,

hasta desaparecer de forma drástica

hacia el otro lado del mundo.

 

Gaspar Jover Polo