El Corbán

SANTURRONES INDIFERENTES I

Bajo un cielo de plomo y hielo duro,

amanezco cada día en esta, cual prisión,

donde el frío se clava como un muro,

congelando mi cuerpo y tal vez mi razón.

 

El alba me encuentra envuelto en escarcha,

mis venas parecen ríos de cristal,

y temo que, en esta helada que se ensancha,

mi corazón se torne en un páramo glacial.

 

Los vientos susurran con voces de muerte,

en este rincón donde el sol del corazón se extravía,

y el alma se enfría con cada suerte

que en la sombra de las injusticias me desafía.

 

Mas no es solo el clima lo que me atormenta,

pues en mi jornada me topo con miradas

de gélidas almas, en su frialdad sedienta,

y con sus palabras de veneno emboscadas.

 

Ellos son como el hielo que en la madrugada

muerde mi piel sin piedad ni compasión,

tan fríos y duros, su crueldad enraizada,

que me pregunto si aún tienen corazón.

 

Así vivo, entre el frío y la gente helada,

donde el invierno no solo habita en la estación;

mi cuerpo se congela cada jornada,

pero es el alma la que lucha por su salvación.