EN LA CERTEZA DESDE DONDE ESCRUTO
el escrito desdén del firmamento,
una a una las horas, firmemente
cautas, con su hedor de reloj y escroto,
se desempotran del tiempo, del orden,
y, mientras me anegan, de pronto arden.
Donde antes horas, pavesas de instante
ínstanme, fatalmente, a enfundar
nubes, creencias, para así infundir
paciencia en los goznes de mi instinto.
Mas qué paciencia aplaca ese sabor
a año que estoy harto de saber…
Más que esperable, entonces, es que busque,
entretanto, una eternidad afín
al ingenuo, abstracto, perpetuo afán
de ser caducifolio, como el bosque
que mutila con otoños su rostro,
dejando, aun así, día a vida, un rastro.
La otra luna de la cara (2024)