Salvador Galindo

Qué extraño se siente escribir sobre la morada del ocio y de la muerte

Qué extraño se siente escribir 

sobre la morada del ocio y de la muerte, 

esa muerte trasnochada y ebria 

celebrando la broma viviente que soy,

y es ella la que acabará la broma. 


Unas cuantas luces 

me llevan a soñar el aburrimiento 

de escritura intermitente, de ojos rehenes. 


La parsimonia mía, 

que intercambia monólogos, 

comunicados a la pantalla,

la gélida luz que absorbe y atrapa 

la boca que come de tus constelaciones 

el satélite bufón de tu astrología. 


El juego y olvido de las palabras 

la mitología no enseñada, 

la analfabeta alegría 

la alegría de atravesar puertas, 

de sobornar los agujeros 

de salar las equivocaciones 

y jamás postergarse a sí mismo. 


¿Debo hacer de mi solitario heroísmo poesía? 


Cuando me defino asalta la duda, 

el yo se presenta cual verdugo 

como si fuese hijo del error o la vergüenza 

¿Es la vergüenza la que me parte en dos? 

¿Es la vergüenza la que redimirá nuestro contacto 

Entre pliegues y miradas de infinito? 

¿Es la vergüenza misma ese infinito del que me hablabas, 

Esas tardes en vela, de sabor amargo? 

No: es solo aquello que envolvías celosamente 

para regocijo de tu espíritu caprichoso 


Así, en esta jornada de sentidos y contrasentidos 

me trago el orgullo y puedo decir 

que gracias a la bendita existencia 

me declaro el héroe de nada y de nadie 

y puedo acabar de derramar la tinta 

el líquido sobre relatos que aún no existen.

Luego, me vuelvo frenético, 

el signo interrogativo para amigos y enemigos. 

En especial para todo y todos, 

no saben separar entre figura y genio, 

y ya no se puede ser uno sin el mundo

luego escribo, muero y el misterio subyace.