Cielo de noche

A mi observador.

Ahí estás, observador , siguiendo mis pasos con un interés que casi se percibe en un límite de lo inquietante. Te veo mientras acomodo mi bufanda, un  gesto mínimo que para tus ojos debe ser un detalle de importancia . Te veo , mientras espero el tren para regresar a casa, siento tu mirada a cada lugar que voy.

 

Es curioso, irónico, cómo te delatas. Imaginas que no percibo tu mirada, pero sé muy bien cuando tus ojos se dilatan al verme entrar. Hay una intensidad en tu atención que no pasa por desapercibida.  Me haces preguntas que, sin duda, ya sabes lo que voy a  responder. Tu curiosidad no es tan inocente como pretendes; se que indagas en mis gustos y mi rutina con una precisión particular . Debo admitir que, en cierto modo, tu dedicación me resulta un tanto… entrañable.

 

Sí, te veo. Aunque creas que estoy distraída, nunca lo estoy. En este extraño juego de observación, donde la distancia parece ser un escudo hacia el dolor, es un juego de deseo y de un jamás  podrá ser. La verdad es que, desde mi perspectiva, eres más visible de lo que imaginas. La distancia no oculta tu presencia; más bien, la realza. Y en este pasatiempo de sombras y miradas, yo también te veo a ti mi observador.