Callejero sin dueño transitando
por las calles rebosantes de escarcha,
acelera su latir y la marcha;
las sobras de ayer lo están esperando.
Con panza llena mas no calentito
sigue buscando refugio o tal vez
un amigo, que le enseñe esta vez
cómo dejarse mimar un ratito.
Sigue esperando, esperando el día
que cambié su vida, mientras esquiva
las piedras que lanzan tras su estadía,
vigilando afuera de una cocina
donde aquel chef su cuchillo blandía
contra unos bifes de carne porcina.