jvnavarro

DIARIO DE VERANO LXXII (HABLANDO DEL AMOR)

 Hablar del amor con mucha vehemencia
 no es nada bueno
y lo digo de veras,
ya que altera los caudales de sangre,
la tensión tensa 
y el azúcar se dispara 
a la velocidad de un cometa,
sin necesidad de comer pastelitos
de nata y frambuesa,
en las largas sobremesas.
 
Todo a su tiempo es bueno,
por eso en los libros del buen amor reza,
mantener siempre una cierta cautela;
un cortejo de acorde con los niveles de salud,
teniendo como preferencia la primavera
sobre el resto de estaciones
y de ser posible 
si con el amor a pesar de todo se juega,
siempre se recomienda, 
que poco a poco se entre en esa gran fiesta,
para la que solo hace falta 
que vibren los elementos que desencadenan 
ese furor propio de fieras
que habita allí donde 
más que inteligencia
 hace falta grandes dosis de persistencia.
 
Hay amores de un día
que duran apenas 
desde la salida hasta la puesta
de ese sol 
capaz de deslumbrar con su belleza
a las más terribles de las fieras,
 
y ahora concluyendo lo que me lleva
y poniendo al amor por montera,
sobre otro tipo de ocurrencias,
se me ocurre decir
que si no fuera por los poetas, 
Salinas, Quevedo, Miguel Hernández,
Santa Teresa de Jesús, Neruda,
Loynaz, Jaime Sabines,
y paro la cuenta,
del amor se hablaría de higos a brevas,
 solo para la Nochebuena.