Yeshuapoemario

Mantengan una conducta ejemplar entre las naciones (1 Ped. 2:12).

 
 
En el vasto tapiz de la fe, hilos de esperanza se entrelazan,
formando un lienzo de creencias que el tiempo no desgasta.
Las antiguas profecías, en lenguas de ayer y hoy,
se despliegan ante nosotros.
 
En cada rincón del globo, en cada lengua y nación,
resuena el eco de una verdad, una antigua canción.
Millones se unen en un coro, en una danza de devoción,
celebrando una espiritualidad que trasciende la razón.
 
La nueva personalidad, como un manto de virtud,
se viste y se destacan de la multitud.
Dejando atrás lo terrenal, lo violento y lo banal,
se abrazan las cualidades que a Jehová son vital.
 
La guerra y sus estragos, un aprendizaje del pasado,
en el corazón de los fieles, ya no es algo arraigado.
La profecía de Isaías, un mundo sin conflicto ni dolor,
se vislumbra en el horizonte, un futuro de mayor valor.
 
La organización de Dios se expande, un refugio de paz y amor,
donde la nueva personalidad es el más preciado honor.
Siguiendo los pasos de Cristo, de Jehová celestial,
se forja un camino de luz, un destino espiritual.
 
No es casualidad, sino un designio divino,
que guía a la humanidad hacia un destino más fino.
Jesús, el pastor de los fieles, con su mano extendida,
nos invita a seguirle, en esta sagrada vida.
 
Así, las profecías bíblicas, en el corazón de la fe,
son promesas de un mañana donde el amor es la ley.
Y en este viaje espiritual, con cada paso y cada acción,
se cumple la palabra sagrada, una eterna canción.